Hoy hemos enterrado al compañero Marcelino Camacho. Su papel en la reorganización –refundación- del movimiento obrero en el Estado español en (y tras) la larga noche franquista fue, como todo el mundo reconoce en los momentos presentes, clave. Como lo fue en la lucha por las libertades. Sus más cercanos compañeros nos han recordado en estas intensas horas de conversaciones su optimismo ante la adversidad, su empeño para que el movimiento avanzara, y también su bonhomía, su preocupación por los problemas de quienes le rodeaban, su sencillez en el trato. Muy probablemente ambas facetas macro y micro forman parte de una misma manera de entender la vida y la militancia. O ambas, militancia y vida, fueron entendidas por Camacho como la misma cosa. La síntesis y resultado configuran un tipo de actividad política y sindical cercana a las gentes, pegada al terreno.
En la memoria colectiva del movimiento obrero, Camacho, simboliza y simbolizará la lucha por la conquista de las libertades sindicales, la mejora de las condiciones laborales y los derechos sociales de la clase obrera española de finales del siglo XX. En el seno de los movimientos sociales puede recordarse que rara vez escatimó su apoyo a sus causas y que acudió a intervenir con la misma puntualidad y pasión en actos con grandes y pequeñas audiencias. En la percepción popular generalizada Camacho fue un sindicalista (y político) honesto que no medró ni se instaló, que mantuvo un modo de vida austero, que mantuvo sus raíces en su fábrica y en su sector, que siempre habló directo y agitó en las calles megáfono en mano. En el recuerdo de muchos de los cuadros de CC OO está presente el valor que Camacho concedía a la acción colectiva y la fuerza de voluntad, dignidad y empeño que animaron su actividad. Este conjunto de cuestiones forman un cuadro radicalmente opuesto a los valores hegemónicos y prácticas actuales.
El escenario compartido
No deja de ser paradójico que, en el momento álgido de la ofensiva conservadora neoliberal contra el sindicalismo y del peor y más frontal ataque gubernamental contra los derechos de las clases trabajadoras habido desde el restablecimiento de las libertades democráticas, el fallecimiento de Marcelino Camacho haya suscitado tan elogiosos comentarios sobre su inestimable labor en defensa de las y los trabajadores en boca de personas como Cospedal, Aguirre o del mismo Zapatero y de varios de los miembros de su gabinete. El hecho tiene varias lecturas posibles. Unas culturales, otras políticas.
En España existe una inveterada costumbre, especialmente grave en el ámbito político, que es la de elogiar sin medida alguna a quienes mueren. En vida han podido ser maltratados, perseguidos, ridiculizados o ninguneados por los mismos hagiógrafos que se aprestan a enterrarlos entre loas. Ello es una manifestación más del fariseísmo social y particularmente del que anida en las relaciones institucionales. Y no constituye, como se afirma habitualmente, una muestra de educación y respeto hacia la persona que murió, sino una manera de olvidar lo que realmente representó. De pronto el rito incapacita la reflexión. La realidad se sustituye por la recreación. La vida que fue, se deshumaniza. El elogio se convierte en conjuro para enterrar también junto al cadáver lo que esa persona significó.
El sistema político español actual nace, se configura y funciona con dos objetivos: la desmemoria sobre el franquismo y la estabilidad del régimen capitalista. Para ello es necesario crear un marco común, un recinto que nadie se atreva a abandonar. Un lugar dónde el conflicto se oculte, enmascare y manipule. Por ello los príncipes van al entierro de los republicanos; fascistas reciclados como Martín Villa elogian el papel en la transición democrática de quienes días antes estaban encarcelados; o Rato y la CEOE rinden homenaje público a quienes como Camacho en su última entrevista, afirman que “la lucha de clases sigue vigente”.
Han tenido que acudir al pésame, ello pone de relieve la proyección pública del personaje público pero con su presencia intentan desactivar su carga ética, su impacto político. Han tenido que retomar por unos instantes como valor positivo la defensa de los trabajadores, pero con ello pretenden banalizar las consecuencias ideológicas y políticas. Su presencia no pretendía otra cosa que evitar la apropiación del símbolo por la parte, la clase obrera, y potenciar la apropiación institucional para desactivar la polarización social. El objetivo de sus elogios es diluir la memoria colectiva, mistificarla, reconducirla. Haciendo la ficción de un duelo colectivo, se intentaba generar un sentimiento de fraternidad entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados. Pero ello no ocurre por casualidad forma parte del guión del sistema político actual.
Pero junto a lo anterior hay que destacar que allí también estuvieron decenas y decenas de miles de las gentes de abajo. Los que de verdad lo sentían, quienes vivían como propia la pérdida. Gentes que se reconocían en Camacho porque también sienten que “los patronos tienen intereses distintos a los de los trabajadores (…) que han avanzado poco en igualdad (…) que el sistema capitalista explota a los trabajadores.”
Comprender esta doble y contradictoria presencia en el mismo espacio significa comprender la naturaleza de las posiciones mantenidas por el sindicalismo dirigido por Marcelino Camacho junto a otros.
Un homenaje diferente
No resulta exagerado afirmar, como lo hace la Declaración de la Comisión Ejecutiva de CC OO de ayer 29 de octubre, que Camacho tuvo “toda una vida dedicada a la causa de los más débiles, a la conquista de una sociedad más justa y solidaria”. Pero lo hizo desde posiciones políticas determinadas. Precisamente por ello, el reconocimiento a su colosal labor también está sujeto al debate sobre las ideas, estrategias y proyectos que inspiraron su quehacer militante.
Su orientación estuvo condicionada por su adscripción al Partido Comunista de España (PCE). Y también sus relaciones con el resto de fuerzas políticas presentes. En concreto, la izquierda alternativa, la izquierda revolucionaria, la izquierda a la izquierda se llamase como se llamase (Frente de Liberación Popular (FLP), Liga Comunista Revolucionaria (LCR) u otras siglas) en cada momento de la historia de la lucha por las libertades y la revolución socialista bajo el franquismo y en la transición tuvo numerosos encuentros y desencuentros con Camacho. En el campo estrictamente sindical ello se plasmó tanto en la implicación activa de la izquierda anticapitalista en la creación de las Comisiones Obreras como en la necesidad de crear espacios de vertebración en su interior en forma de corriente (la unitaria en el momento de la legalización de CC OO, la Izquierda Sindical años más tarde) o la disputa por la hegemonía en diversos organismos de dirección del sindicato.
Reflexionar, dialogar y discrepar sobre las ideas de un luchador es la manera de considerar su valor y reconocer su importancia. Es una manera de extraer lecciones vivas desacralizadas. Es una forma de avanzar en la reflexión en el seno de nuestra maltrecha izquierda. El debate sobre el legado de Camacho forma parte de esa tarea de esclarecimiento. Ello es lo opuesto al panegírico, pero también es algo muy diferente balance político concluyente sobre su quehacer. Hoy, desde la inmediatez y la tristeza por su pérdida, solo se puede seleccionar algunas líneas sobre las que discurrir alrededor de algunas de las coincidencias y contradicciones de las posiciones de Marcelino Camacho, en tanto que dirigente durante años de la mayoría de la dirección de CC OO, respecto a las mantenidas por la izquierda anticapitalista...(Texto Completo)
Manolo Garí miembro de la redacción de Viento Sur y militante de Izquierda Anticapitalista Madrid.
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4 comentarios:
Interesante pero muy parcial artículo de Manolo Garí.
A mi no me gustan las explicaciones "ad hominem" pero es tan extraña la elipse que utiliza Manolo Garí para obviar el período de las huelgas generales (1985-1988-1992-1994), que la extrañeza invita a buscar explicaciones en la biografía militante del autor.
Para hacerlo hay que recordar dos datos: el primero que en el giro a la derecha de CCOO en el Congreso de 1996, los dirigentes de Izquierda Sindical (en especial Joaquín Nieto y Ramón Górriz ) se posicionaron con Antonio Gutiérrrez, argumentando que la fractura en el sindicato era una pelea interna del PCE (hecho que aunque cierto, era secundario en el poliedro causal de dicha crisis). En ese mismo proceso una parte de lo que había sido la LCR (especialmente Jesus Albarracín y Pedro Montes, pero también buena parte de los militantes de a pie) lo hicieron, junto con Marcelino Camacho en el Sector Crítico, soportando una dureza represiva, desconocida hasta entonces en CCOO, que incluyó la destitución de Marcelino Camacho como presidente del sindicato.
El segundo dato es que siendo Secretario General José María Fidalgo, Joaquín Nieto era Secretario Confederal de Medio Ambiente y Salud Laboral de CCOO, y Manuel Garí el director del Área de Medio Ambiente del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) fundación de CCOO.
Ana,
Todo lo que dices es verdad pero nada tiene que ver con mis posiciones y actuación políticas en el pasado y en el presente. Y, desde luego nada que ver con el texto que escribí.
¿A qué viene la historia de la biografía política de otra gente con el propósito, no declarado, de descalificar mis opiniones?
Solo soy responsable de mis actos y mis opiniones. ¿A qué viene relacionar mis tareas en la fundación para la que trabajo con mis opiniones?
Obviamente mis opiniones están sometidas a la crítica y también mi quehacer profesional o sindical. Pero es conveniente explicitar qué se critica y por qué.
Una cosa que no comparto de tu comentario es que no se le de en el artículo un papel importante a las huelgas generales: bien al contrario se afirma en el mismo que han posibilitado más avances que la política de diálogo social.
Si consideras que el artículo sobre el compañero Camacho es parcial en vez de explicaciones "ad hominem", Ana, podrías ofrecernos tu opinión sobre los temas planteados.
Realmente estoy interesado en los argumentos, porque los razonamientos pueden compartirse o no pero permiten el debate. Las explicaciones “ad hominem” no.
Por otro lado te aclaro que mi vinculación con CCOO es muy anterior a la etapa de la secretaría de Fidalgo, tanto en mi militancia (anterior a la legalización del sindicato) como profesional. He sido muchos años delegado sindical en mi empresa, hasta que Marcelino Camacho realizó gestiones para obtener mi excedencia sindical, al amparo de la entonces recién aprobada LOLS.
Figura esta a la que, por cierto, pocas personas recurren pues la empresa no se hace cargo de los salarios, habitualmente mejores que los de las organizaciones sociales y sindicales.
He trabajado como economista para CCOO, particularmente en cuestiones relacionadas con la ecología, prestando mis servicios como asalariado en la Fundación 1 de Mayo y luego en ISTAS. Las tareas que se me encomendaron tenían que ver con la posibilidad por mi parte de cumplirlas. Todo el mundo conocía mi trayectoria, nadie me preguntó por mis opiniones (ya las conocían) y no me sentí excluido de forma sectaria por tenerlas.
Han cambiado los secretarios generales y no me han despedido, como tampoco a otros muchos compañeros y compañeras cuyas opiniones podían estar cercanas a cualquiera de las diversas corrientes (mayoría, críticos, etc.). No creo que nadie piense que lo correcto es que tras cada cambio de dirección se despida al equipo de técnicos y licenciados o administrativos asalariados cuya posición sindical sea A o Z.
También en el seno del sindicato y sus fundaciones deben aplicarse las garantías legales para sus asalariados.
Tras la desaparición de la Izquierda Sindical siempre he expresado públicamente mis opiniones sindicales y ha sido también público mi compromiso político con la izquierda revolucionaria que, desgraciadamente, en esos años perdió influencia en el seno del sindicato. Ninguna de las corrientes que luego se formaron sustituyeron, en mi opinión, el vacío de desaparición de la Izquierda Sindical. Es público y notorio que mi influencia en las decisiones sindicales es muy pequeña y no he formado parte de la mayoría ni de la dirección. Tan solo en las cuestiones ambientales mis opiniones han podido tener una audiencia en parte de la organización.
Ente tanto son muchos los escritos que he publicado y las campañas y actividades en las que he participado y que pueden ser objeto de crítica.
Estoy orgulloso de mi trabajo para mi sindicato. No he trabajado para tal o cual ejecutiva sino para el conjunto de la Confederación. El esfuerzo ha merecido la pena. El balance de la creación de ISTAS es muy favorable para las y los trabajadores; y aún más, quiero destacar que estoy también orgulloso de haber contribuido a formar un sólido equipo de expertos, plural en sus opiniones (todo los matices que hay en la organización se reflejan en ISTAS) pero entusiasta y capaz de trabajar colectivamente al servicio del sindicato y de la clase obrera.
Saludos, Manuel Garí
No esperaba ser respondida. Acabo de ver la respuesta de Manolo Garí y a pesar de estar pillada de tiempo intentaré explicarme.
Primero decir que creo que me he pasado deslizando la sospecha de que Manolo Garí no se posicionaba de forma sindicalmente conflictiva (o alineándose con el Sector Crítico) entre 1996 y 2008, porque quería mantener una situación laboral tranquila.
Segundo, decir que comparto la inmensa mayoría de las cosas que dice.
Sólo intentaré puntualizar algunos detalles.
Dice Manolo que:
“Progresivamente se afianzó una orientación sindical desde los primeros ochenta en la que el clima de pactismo político se tradujo en una táctica de permanente institucionalización del conflicto social, y de primacía del diálogo social como elemento rector de canalización de las reivindicaciones. Ello no ha ahorrado a las organizaciones sindicales la necesidad de convocar las huelgas generales, de las que se han extraído más y mejores resultados que hasta ese momento. Por ello no comparto la idea de algunos compañeros del sindicato que, de forma maniquea, sitúan los “males” del mismo a partir de una elección a la secretaría general, teniendo en cuenta que los procesos se habían iniciado antes y, por cierto, tal como vemos pueden ser reversibles”.
Yo tampoco comparto que todos los “males” llegaran en la elección de Antonio Gutiérrez o de Fidalgo, pero Manolo olvida que con la crisis del PCE de principios de los 80, CCOO, “abjura” de la firma de los Pactos de la Moncloa y emprende una línea movilizadora, que llega hasta 1994 y que revierte de forma notable la línea de decrecimiento de los salarios directos e indirectos. No hay pues línea sindical homogénea entre 1980 y 2010
Esa estrategia movilizadora termina fracasando tras un golpe de fuerza de los poderes fácticos. Aprovechando Maastrich y la crisis de 1993, se elimina del panorama a Nicolás Redondo, Marcelino Camacho y Julio Anguita.
En ese momento la LCR va a adoptar en CCOO una postura más neutral de lo que habría resultado esperable, situando el conflicto entre dos corrientes del PCE .
Manolo Garí todavía parece creer que el proceso entonces iniciado devolvió al sindicato una imagen de autonomía .
“El principal golpe a la autonomía sindical fue precisamente la presentación de Marcelino Camacho a las elecciones constituyentes de 1977 y 1979 en las listas de su partido. La doble condición de portavoz del partido (en tanto que diputado) y de portavoz de CC OO (en tanto que secretario general) no aceptando la propuesta de incompatibilidades que se hacía desde la izquierda revolucionaria mermó la imagen de la autonomía sindical; imagen que solo años después y de forma muy tensa recuperó CC OO”.
Como es lógico el período iniciado en 1996 trajo consigo la perdida de influencia de la izquierda revolucionaria en el sindicato. En primer lugar por el paso de CCOO al campo de del sindicalismo institucional, lo que habría obligado a actuar a contracorriente, y segundo por el “incomprensible” papel jugado por los dirigentes de la Izquierda Sindical en el giro a la derecha de 1994-1996.
Papel sobre el que agradecería que alguien me recomendara lecturas esclarecedoras.
Dice, también, Manolo que
“Tras la desaparición de la Izquierda Sindical siempre he expresado públicamente mis opiniones sindicales y ha sido también público mi compromiso político con la izquierda revolucionaria que, desgraciadamente, en esos años perdió influencia en el seno del sindicato. Ninguna de las corrientes que luego se formaron sustituyeron, en mi opinión, el vacío de desaparición de la Izquierda Sindical”.
La melancolía es la tristeza por lo que fue y ya no es o por lo que pudo ser y no ha sido. Sin embargo hay que seguir viviendo y optando, y mi opinión es que Manolo Garí mantiene la equidistancia, justificada en una supuesta similitud entre unos y otros (tal vez entre Agustín Moreno, por un lado, y Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo, por otro), que no tuvieron Jesús Albarracín y Pedro Montes.
No esperaba ser respondida. Acabo de ver la respuesta de Manolo Garí y a pesar de estar pillada de tiempo intentaré explicarme.
Primero decir que creo que me he pasado deslizando la sospecha de que Manolo Garí no se posicionaba de forma sindicalmente conflictiva (o alineándose con el Sector Crítico) entre 1996 y 2008, porque quería mantener una situación laboral tranquila.
Segundo, decir que comparto la inmensa mayoría de las cosas que dice.
Sólo intentaré puntualizar algunos detalles.
Dice Manolo que:
“Progresivamente se afianzó una orientación sindical desde los primeros ochenta en la que el clima de pactismo político se tradujo en una táctica de permanente institucionalización del conflicto social, y de primacía del diálogo social como elemento rector de canalización de las reivindicaciones. Ello no ha ahorrado a las organizaciones sindicales la necesidad de convocar las huelgas generales, de las que se han extraído más y mejores resultados que hasta ese momento. Por ello no comparto la idea de algunos compañeros del sindicato que, de forma maniquea, sitúan los “males” del mismo a partir de una elección a la secretaría general, teniendo en cuenta que los procesos se habían iniciado antes y, por cierto, tal como vemos pueden ser reversibles”.
Yo tampoco comparto que todos los “males” llegaran en la elección de Antonio Gutiérrez o de Fidalgo, pero Manolo olvida que con la crisis del PCE de principios de los 80, CCOO, “abjura” de la firma de los Pactos de la Moncloa y emprende una línea movilizadora, que llega hasta 1994 y que revierte de forma notable la línea de decrecimiento de los salarios directos e indirectos. No hay pues línea sindical homogénea entre 1980 y 2010
Esa estrategia movilizadora termina fracasando tras un golpe de fuerza de los poderes fácticos. Aprovechando Maastrich y la crisis de 1993, se elimina del panorama a Nicolás Redondo, Marcelino Camacho y Julio Anguita.
En ese momento la LCR va a adoptar en CCOO una postura más neutral de lo que habría resultado esperable, situando el conflicto entre dos corrientes del PCE .
Manolo Garí todavía parece creer que el proceso entonces iniciado devolvió al sindicato una imagen de autonomía .
“El principal golpe a la autonomía sindical fue precisamente la presentación de Marcelino Camacho a las elecciones constituyentes de 1977 y 1979 en las listas de su partido. La doble condición de portavoz del partido (en tanto que diputado) y de portavoz de CC OO (en tanto que secretario general) no aceptando la propuesta de incompatibilidades que se hacía desde la izquierda revolucionaria mermó la imagen de la autonomía sindical; imagen que solo años después y de forma muy tensa recuperó CC OO”.
Como es lógico el período iniciado en 1996 trajo consigo la perdida de influencia de la izquierda revolucionaria en el sindicato. En primer lugar por el paso de CCOO al campo de del sindicalismo institucional, lo que habría obligado a actuar a contracorriente, y segundo por el “incomprensible” papel jugado por los dirigentes de la Izquierda Sindical en el giro a la derecha de 1994-1996.
Papel sobre el que agradecería que alguien me recomendara lecturas esclarecedoras.
Dice, también, Manolo que
“Tras la desaparición de la Izquierda Sindical siempre he expresado públicamente mis opiniones sindicales y ha sido también público mi compromiso político con la izquierda revolucionaria que, desgraciadamente, en esos años perdió influencia en el seno del sindicato. Ninguna de las corrientes que luego se formaron sustituyeron, en mi opinión, el vacío de desaparición de la Izquierda Sindical”.
La melancolía es la tristeza por lo que fue y ya no es o por lo que pudo ser y no ha sido. Sin embargo hay que seguir viviendo y optando, y mi opinión es que Manolo Garí mantiene la equidistancia, justificada en una supuesta similitud entre unos y otros (tal vez entre Agustín Moreno, por un lado, y Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo, por otro), que no tuvieron Jesús Albarracín y Pedro Montes.
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