Estamos en la Barcelona del siglo XXI. Esta Barcelona alegre, colorista, abierta, cívica, la Barcelona que, tras ser ciudad olímpica en 1992, se ha convertido en punto de referencia para muchos: ciudad mediterránea y europea de primera línea.
Pero no todos pueden decir lo mismo: Nicola Tanno, Jordi Sallent, Oscar Alpuente y Jordi Naval han quedado marcados de por vida debido a la violencia incomprensible y legitimada por el gobierno: una bola de goma, disparada por un Mosso d’Esquadra, les reventó un ojo, rasgó los párpados y rompió huesos del cráneo. Ninguno de ellos estaba haciendo un acto vandálico, aún no saben por qué les dispararon, y posiblemente nunca obtendrán una respuesta.
Las bolas de goma son un arma de dispersión utilizada por la policía española ya desde los tiempos del franquismo. Son unos proyectiles de caucho macizo que pesan 90 gramos y que, disparados con una escopeta, llegan a la velocidad de 720 km / h. La policía las clasifica dentro de las armas "less-Lethal", es decir, armas que no causan daños graves y permanentes, pero según la definición de la Comisión Europea, multiplican por siete la fuerza máxima que puede tener un arma para ser considerada "menos letal". Así pues, el cuerpo antidisturbios de nuestro país hace uso de un arma letal que parece más propia de otros países, los que han protagonizado las revueltas árabes, o que recuerdan los tiempos convulsos de Irlanda del Norte y sus conflictos nacional- religiosos, que provocaron tantas muertes.
Ninguna de las víctimas de las bolas de goma sabe quién les disparó. Los agentes responsables se mantienen en el anonimato y siguen yendo a trabajar cada día por la seguridad de todos nosotros. Parece imposible que un juez pueda obtener los informes de los Mossos, encontrar incoherencias en las declaraciones, tomar en consideración los testimonios, y mientras tanto, las cuatro víctimas esperan; esperan poder saber quién les disparó y porque lo hizo, para entender un poco más el desgraciado instante que les dejó ciegos de un ojo. Esperan que alguien les reconozca el daño causado y que les pidan disculpas. Y mientras esperan, se han asociado y luchan por la abolición de estas armas: la campaña Stop Balas de Goma empezó en septiembre del año 2010, con la voluntad de llegar a la opinión pública y política, para que incidentes como los suyos no vuelvan a pasar más. A lo largo de este tiempo han escrito artículos, ido a los medios de comunicación, buscado información, han hecho manifestaciones en la calle y han llamado a las puertas del Parlamento.
La última de las iniciativas de Stop Balas de Goma es mostrar de forma directa y visual los daños que causan estas armas. Ellos tapan su herida con un ojo falso, de plástico, para que el mundo no se asuste al verlos por la calle, para poder hacer una vida "normal". Pero tapándose la herida, esconden también la violencia que han recibido. En esta ocasión han decidido mostrarse tal como son: sin la prótesis, evidenciando las consecuencias que para ellos son irremediables, y con la esperanza de que no haya más ojos perdidos de la misma manera.
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