Estas residencias han sido objeto de varias operaciones de compra venta estos últimos meses para que acabarán entre las manos de sociedades y gestores ajenos a esta actividad que se plantean directamente su cierre y el "reciclaje" de sus lucrativos pensionistas en nuevas residencias del "grupo". El interés de los residentes de estos centros no están en ningún momento valorado sino que son considerados como activos financieros de los que sacar partido por parte de los codiciosos "emprendedores". Pero resulta que los activos de la compañía son personas y como tal no pueden ser gestionado con el simple afán de lucro sin tomar en cuenta aspectos sanitario y humanos vitales.
Que estas empresas terminen en manos sin la competencia adecuada es natural, pues cualquier empresa mercantil es susceptible de ser adquirida por un operador que disponga de los recursos para comprarla, independientemente del propósito que persigue. Quizás algo no esté funcionado bien en este capitalismo de fin de reino, para que cualquiera pueda ser dueño y "responsable" de una residencia de personas mayores, un hospital o un colegio.
Por otra parte, quizás sea el momento para los trabajadores, en definitiva el autentico activo de una empresa, de abandonar su obediente papel subalterno del capital para convertirse colectivamente en una fuerza capaz de asumir la gestión de sus centros cuando el Capital decida, como aquí es el caso, de abandonar un actividad rentable, por no alcanzar sus expectativas de rentabilidad de corto plazo o asumir su pasivo.
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