El resultado del referéndum celebrado en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa supone una profunda derrota no sólo del gobierno de ese país sino, sobre todo, del resto de gobiernos de la UE, dispuestos como estaban a cometer un nuevo fraude al querer hacer pasar ese verdadero remedo de la fracasada Constitución Europea sin tener que someterse al veredicto de las urnas en sus respectivos países.
Fracasa así su “Plan B” y se confirma de nuevo el carácter antidemocrático del proceso de construcción de una Unión Europea únicamente interesada en reforzar su poder geopolítico, económico y militar en el mundo mediante nuevos pasos adelante en la agravación de las condiciones de explotación de la clase trabajadora de sus propios países y en la puesta en pie de nuevos muros y cárceles contra la población inmigrante “no comunitaria”, como estamos comprobando tanto con la nueva Directiva de las 65 horas como con la “Directiva de la vergüenza”, que pretende prolongar hasta 18 meses la reclusión en nuevos “campos de concentración”.
Pese a la gravedad de la derrota sufrida, tanto la Comisión como los gobiernos de la UE no cejarán en sus proyectos imperialistas, en la aplicación del Tratado de Lisboa ahora rechazado y en la adopción de directivas como las ya mencionadas, las cuales, de aprobarse, supondrían una profunda regresión histórica frente a la larga lucha de los trabajadores y los pueblos por la progresiva extensión de derechos y libertades fundamentales. Urge, por tanto, un amplio frente común de sindicatos, organizaciones sociales y formaciones de izquierda capaz de detener estos nuevos ataques y de forzar un cambio de rumbo diferente tanto del que pretenderán ofrecer ahora desde los gobiernos de la UE para seguir adelante con sus planes como del que pueda provenir de corrientes xenófobas o “euroescépticas”.
Es el momento de reanudar la movilización combativa y unitaria por otra Europa dispuesta a romper con el neoliberalismo, defensora de otro proyecto civilizatorio ecológicamente sustentable y libre de todo tipo de muros y vallas frente a los pueblos del Sur. Esa tarea es más necesaria si cabe justamente en estos momentos de crisis económica y energética, aumento constante de los precios de alimentos básicos y privatización de servicios públicos.
Pero para avanzar por ese camino urge también dar nuevos pasos en la reconstrucción de una izquierda anticapitalista a escala europea, capaz de estar a la altura de los desafíos que debemos afrontar y de ofrecer propuestas alternativas claramente diferenciadas de las de una izquierda social-liberal cada vez más subordinada a los intereses del gran capital transnacional. Espacio Alternativo, que forma parte de esa izquierda anticapitalista europea que recientemente se reunió en París para reivindicar que el “espíritu del 68” sigue vivo en las luchas, las resistencias y las rebeldías que vuelven a aflorar hoy por el mundo, se esforzará también por contribuir a esos objetivos.
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