Huelga Educativa “Una marea revuelta puede hundir su barco”

Gente, gritos, pancartas y camisetas verdes vuelven a ocupar las calles de Madrid. Como otras veces, podría decirse, como contra tantos otros ataques que hemos ido sufriendo y tragando estos años. Sin embargo, lo que se demostró ayer es que el ciclo de movilizaciones contra los recortes y la austeridad sigue abierto, que existe una oposición social a las políticas del Gobierno, una mayoría “no-silenciosa” que no piensa irse a su casa.

Estas jornadas, retratadas por muchos medios como una batalla de cifras condimentada con imágenes de radicales violentos, significan más. Una enorme marea popular demostró su fuerza y su capacidad de autoorganización. Las movilizaciones precedentes han permitido generar un tejido social en defensa de lo que se considera de todas, articulando unas estructuras comunitarias desde abajo que fomentan canales de participación democráticos, que llevan la protesta más allá de los parámetros tradicionales establecidos por los sindicatos. En los centros de estudio, en los barrios, existe el potencial para constituir un cuerpo social capaz de oponerse al régimen.

Los recortes de educación – más de 6.400 millones desde 2010- junto con la contra-reforma educativa (recién aprobada por el Congreso) han hecho que un amplio espectro de población, no únicamente de la comunidad escolar, encuentre razones para la protesta. Profesoras, madres, padres, grupos de segundaria, trabajadoras, universidad… se sumaron a los cortejos, organizados por diferentes espacios como Tomalafacultad, Marea Verde, institutos, colegios… Identificándose con unas herramientas para la movilización cada vez más populares, los responsables de la precarización de la enseñanza son progresivamente identificados: la LOMCE, y su impulsor, Wert, y su Gobierno, el de Rajoy, y un sistema, el que sufrimos, el que propicia todo esto.

Las estudiantes, congregadas en Atocha, subimos hacia Neptuno donde esperaba la gran cita. Esperamos allí hora y media paradas, mojándonos y cantando. El curso de la manifestación no seguía, la cabecera estaba ya en Sol y nosotras aún teníamos una fila a nuestras espaldas. Empezó a susurrarse, comentarse, afirmarse… hasta terminar gritando por el megáfono: “La convocatoria ha sido un gran éxito”. Porque éramos miles de personas, miles reclamando un cambio. Di-mi-sión, di-mi-sión, di-mi-sión… se oía cada vez más rápido y más fuerte. Era imparable, el “sí se puede” se ha contagiado, cada vez es más real. Estamos convencidas, no sólo de que no aceptaremos estas propuestas, sino de que estamos planteando otras. Estamos convencidas de que la lucha presiona a los de arriba, pero también de que debemos avanzar hacia un mayor grado de coordinación y organización para ser capaces de pasar a la ofensiva y devolver los golpes. Ellos tienen un problema: pensar que con sus cargos, desde sus sillones, pueden silenciar a las nadie, a la multitud que corre una vez más por las calles manchándolas de verde.

La jornada terminó tarde, de noche. Rodeadas de luces azules, porque nos tienen miedo. El despliegue policial y el abuso que se ha vivido en campus de ciudades de todo el estado -desde Somosaguas en Madrid al de San Francisco de la ciudad de Zaragoza, entre otros- han pretendido ser no sólo una demostración de fuerza sino amedrentar. Así como algunos ataques fascistas organizados. Lo han intentado pero no han podido.

Solo la movilización puede romper el miedo que impone su crisis. En las calles nos damos cuenta de que somos más y estas jornadas de lucha se plantean como un gran inicio de curso a la vez que un momento para preguntarse: ¿cómo continuar? Los éxitos no deberían perderse en un conjunto de luchas aisladas a remolque de cada vez más ataques. En esta convocatoria hemos sido cerca de 300.000 personas en Madrid –miles más en todo el estado-; aunque quieran tildarlo de “fracaso”, en palabras de La secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, la credibilidad de un gobierno corrupto, que solo oferta paro y precariedad, es cada vez menor.

Tenemos retos. El gobierno no va a ceder y asumir nuestras demandas como si tal cosa: el PP (y el PSOE) están comprometidos con el proyecto neoliberal del 1%, consistente en privatizar masivamente lo público para beneficiar a los empresarios. Ante eso, se torna urgente transformar la energía expresada ayer en defensa de la enseñanza pública en capacidad política. Para frenar sus recortes, necesitamos acabar con un régimen diseñado para estimular los beneficios privados frente al bienestar social; para ello, transformar la movilización social en una alternativa política diseñada para las de abajo es el siguiente paso.

Paula Ortega, militante de Izquierda Anticapitalista

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